Si bien es cierto, la piratería es considerada como un delito, un robo de la propiedad intelectual de quienes crearon cierto producto. Sin embargo, su venta no es controlada y aunque se han creado diversas campañas publicitarias para evitar su consumo, es evidente el gran mercado que tiene en el país. Según una publicación del periódico El Universal en el 2010 8 de cada diez personas compraron un producto pirata, además esta misma publicación asegura que el mercado de la piratería representa alrededor del 54% de las ventas que genera el mercado de comercio formalmente establecido.
Resulta sumamente claro que el problema es un reflejo de la cultura en la que vivimos, la cual no otorga el crédito merecido a los creadores (autores) de productos “intangibles” como la música. Tal parece que nos hemos acostumbrado a adquirir los productos electrónicos de manera gratuita. El internet nos soluciona la vida en ese sentido y proporciona las herramientas necesarias para obtener lo que se necesite en el momento en que de desea.
Aunque este acto, el de conseguir material pirata, pareciera inofensivo, un análisis sobre el problema que económicamente representa a la industria privada y por ende a quienes laboran en ella, resultaría benéfico para entender el daño que este delito ocasiona al país. Es interesante percatarse de que si preocupa tanto al comercio de este tipo de productos, resulta bastante incongruente que su elaboración se prohíba, pero que su venta sea permitida. Esto último lo aseguro como un ciudadano que se percata de la venta de productos piratas en mercados o calles de la ciudad, sin ninguna consecuencia aparente. Una forma de evitar en gran medida este problema social (la falta del crédito y remuneración hacia los autores) es no simplemente prohibir su producción, si no la venta, cotidiana en muchos casos, de estos materiales.
I.B.
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